miamagia

Mia Magia

Tomé el libro, recordé mi sueño, escribí el nombre de la autora y la agregué a mi lista de contactos.
Después, una vez abierto el navegador, le escribí esto en un correo electrónico:
«No tuve la oportunidad de comentarte que me voy a salir del país en un mes. El teléfono donde me puedes encontrar es el 54632332. El libro me llevó a ti. Supongo, con eso que te acabo de decir sabes quien soy. Adiós. Hugh Wassen.»
Me puse a ver las noticias en Internet mientras pasaba la hora que había pagado. Me encontré con una desgracia. Habían asesinado a 200 niños en un acto terrorista. Entre que leía los detalles, comenzó a parpadear el nombre de «Mia… Poema de tu voz ». Abrí su ventana, y la conversación se fue desarrollando así:
—Hola, ¿Quién eres?
—¿Leiste mi correo electrónico? —Le escribí.
—Hum… Creo que no. Deja veo.
No le contesté. Seguí leyendo los detalles de la noticia. Después de un rato, me escribió:
—Nunca hubiera pasado por mi mente que pudieras ser turista.
—Ya vez, las apariencias engañan.
—Te ves muy blanco…
—Tú tampoco estas muy morena que digamos. ¡Eh!
—¡Hay sí! Pero, yo no estoy desabrida.
—¿Qué significa eso?
—Ahora resulta que el extranjero ya no habla bien el español…
—Pues, no he estudiado mucho español.
—¡Claro! ¡Crees que me la creo! Nomás entiendes lo que te conviene.— toda la conversación se volvió en tono de broma. Estaba divertido, pero la hora se estaba acabando. Así que le corté la inspiración rápido:
—Sí, a ver cuando te vuelvo a encontrar por aquí. Ya me tengo que ir. Adiós.
—¡Oye! ¡Qué te pasa yéndote así!
—Nada.
—Mi teléfono es 18912462. Por cierto, hablas muy bien el español. —estaba seguro que me daría su teléfono porque al irme todo se acabaría, no tenía porqué tenerle miedo a alguien que pronto desaparecería de su vida— Hay una plaza por donde vivo. Se llama Plaza de los Nogales, ahí te veo en entrada principal.
— Mañana vemos la hora, te cuidas. Ahora si, adiós.
No le di tiempo de contestarme y me desconecté. Cerré los programas, me levanté de la silla, pagué la hora y me marché del lugar.
Llegué al departamento y me quedé dormido casi sin percatarlo. Estaba tan cansado que perdí la noción del tiempo. Es curioso que eso pasara porque dormí un buen rato. Tomé el reloj de mano que estaba en la mesa de dormir, eran las ocho veinte de la mañana. Había un teléfono en el mismo lugar donde puse el reloj a lado de la cama.

Me senté en la cama y le llamé. Después de dos timbres me contestó una voz femenina:
—Bueno, ¿quién habla?
—¿Mia?
—Sí, ella habla.
—Hola, habla Hugh.
—¿Vamos hoy a la plaza? … ¿Qué tal temprano?
—Sí, ¿Dónde nos vemos?
—Realmente no conozco, ¿pero la entrada principal esta en frente de que tienda?
—Mmm…—murmuró ella— No recuerdo, pero es la más importante. Se le dice la entrada número uno, sino sólo pregúntale a los guardias. Entonces, ¿a las once?
—Once treinta.
—Esta bien. Ahí te veo.
—Ok. Adiós. —dije mientras colgaba.
Me levanté y fui hacia la cocina, había comprado leche en polvo y cereal. Desayuné rápidamente y salí del departamento. Revisé que nada me faltara, las llaves, la cartera y el libro.
Me fui a rentar un auto. Andar caminando entre carros y agresividad al volante es realmente tedioso. Llegué al lugar en poco tiempo. Encontré un lugar cerca de donde creí era la entrada principal y me estacioné. Caminé a la puerta, le pregunté al guardia y resultó si había tenido suerte para encontrar el lugar. Después de un rato, miré hacia el horizonte y ahí estaba ella. Se veía radiante. Al mirarme, resaltó su sonrisa color carmín. Me acerqué y la saludé diciendo:
—¿Vives por aquí cerca?
—¡Tan pronto quieres saber de mi privacidad!
—¡Uy!, no te imaginas… Tengo una duda más grande.
—¿Tan importante soy ya para ti?
—Claro… Claro… No lo dudes. —le dije en tono sarcástico.
Entramos al lugar riéndonos y caminando entre las tiendas. Los ecos de nuestras voces alcanzaban los techos traslucidos donde el sol entraba con fuerza disimulada al centro comercial.
A lo lejos, se veían unas bancas color café cremoso, y a lado una tienda con figuras de cerámica. Llegamos a sentarnos mientras continuábamos la conversación:
—¿De dónde eres, entonces?
—Vengo de Irlanda.
—Aún no entiendo cómo hablas español sin acento, como si fueras latino. Lo más común es hablar con acento español porque vives cerca de España.
—Quizá tengo facilidad para aprender idiomas o algún pariente mió me enseñó. ¿Lanzamos una moneda?— acabé la pregunta y se escucharon unos gritos de una niña en la calle.

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