miamagia

Mia Magia

Al voltear hacia atrás, vi como estaba con su papa y mamá. La niña le estaba rogando a un sueño que la cargara, pero el que supongo era su papá le gritó:
—Falta muy poco, ahí adelante está el carro.
En ese instante, la mamá se lanza hacia su esposo parándose unos centímetros antes imitando a la niña. Y gritó:
—¡Mírame! —con los brazos extendidos— ¿A quién me parezco? ¡Cárgame! ¡Cárgame!
La señora me vio a los ojos y siguió comentando:
—¡Qué te pasa! ¡Qué te cuesta cargarla!
En eso, el señor le gritó muy fuerte a la niña:
—Ya, es hora de irnos.
Mientras la beba seguía con los brazos extendidos apuntando hacia él. En eso, veo como huye la niña del papá, se va hacia la puerta y su papá le avienta suavemente la pierna.
En eso Mia me gritó:
—¿Dónde estas? Aquí conmigo no.
—¿No viste lo que paso?
—Por eso te pregunté.
—¿Viste a la familia?
—¿Cuál familia? ¿Estás bien?
—Sí, ahí estaba una.
—Yo no vi nada. Estaba pensando en otras cosas hasta que noté que no respondías a mis preguntas.
—¿Qué cosas?
—Cosas que no puedes saber —me dijo ciñendo el ojo muy coqueta— pero algo que no vi fue una familia. Pasó un señor viejo de pelo cenizo largo. ¿Ese era el papá de tu familia fantasma?
—No. Él era joven. Y para empezar, tenía el pelo negro.
—Aquí no pasó nadie con ese pelo. Mejor sigamos caminando, ¿no?
—¿Te gustan las películas de terror?
—Sí, ¿porqué? —le dije mientras me levantaba de la banca.
—Creo que haz visto muchas…—me sonrió ligeramente y se mordió el labio inferior un poco. Me veía sentada todavía.
Me reí, no pude contener las carcajadas. Después de calmarme, le dije sonriendo:
—Vi una película realmente horrenda hace unos días…
—Eso ha de ser, ¡pero no! En esas películas siempre hacen lo más tonto.— dijo al levantarse y comenzar a caminar junto a mí.
—Una buena película de miedo es aquella que no te enseña el miedo, sino deja que tu la fabriques.
—Creo que el miedo es la falta de amor.
—Si en este momento desapareciera y regresara a tu vida de otra forma en el futuro… ¿Tendrías miedo?
—Quizá. ¿Leíste el libro?—Me preguntó, pero preferí no contestarle y me preguntó:
—¿Sabes que me sucedió?
—¿De qué hablas?
—¿Dónde me diste el libro?
—Cuando te conocí, ¿no te acuerdas? ¡Qué mala memoria, eh!
—Sí, recuerdo que saliste corriendo. ¿Por qué?
—No te incumbe, ¿o sí?
—¿Quieres el libro de regreso?
—Te lo di. ¿Te diste cuenta? ¿O aparte de ciego, sordo?
—¿Ciego, por qué?
—Pues ves a una familia que no existe, y además, no ves cuando te dejo caer el libro.
—¿Y crees, que eso es, dar un libro? Aquí la sorda, es otra…
—¡Cómo te atreves a insultarme! —dijo riéndose mientras me quitaba el libro de mi mano.
—¿Leíste todo el libro?
—No.
—¿No te gusta leer o qué?
—Sí, ¿cómo crees que aprendí español?
—Ups. No sé. Osmosis…
—Definitivamente, no sabes nada del aprendizaje… Tienes que dormirte con el libro debajo de la almohada. Así, lo recuerdas todo al amanecer… Los hice para dos exámenes. No me preguntes porque lo hice dos veces si con la primera reprobé bien bonito.
—¡Hay! —exclamó mientras hojeaba su libro y luego continuó diciendo— Este libro es parte de mi alma, un deseo eterno de prender la luz en mi vida.
—¿Acaso, tú también sabes cosas de mi vida? ¿Cuándo o qué?
—¿También? No sé de que hablas.
—No sé, tuve un sueño muy extraño.
—¿Tomaste tus vitaminas de hoy? —dijo burlándose de mí— Te hacen falta…
—Por favor…—dije con una voz algo quejumbrosa.
—Lo que pasa es que tu falta de capacidad te limita comprenderme.—Me contestó.
—Excusas… Claro…El que poco sabe, mucho insulta.—Le contesté.
—La familia que vi fue real. Pero, si tú no los viste, la situación se vuelve más traumática.
Seguíamos caminando y ella, se quedó callada por un buen rato. Su cara no mostraba expresiones. De la nada me volteó a ver, y dijo:
—Sabes, hablando del miedo… A lo que más le tengo miedo es a vivir sin amor. —Me impresionó lo serio de su mirada y lo profundo de sus ojos
—¿De dónde viene ese miedo? ¿Te pasó algo malo?
—¿Malo? No, exactamente.
—¿Entonces?
—¿Sabes que es el amor?
—Nunca me lo había preguntando así… Imagino es un sentimiento.
—¿Un sentimiento? Ya estoy segura no leíste el libro. —Me dijo. Todavía tenía el libro en su posesión, con su mano me tomó la mía y me llevó a sentarme unas bancas.
—Te lo voy a decir directamente. Esto de andar con jueguitos no me llama mucho la atención. ¿Qué quieres? Pensé que habías leído el libro y querías hablar de él. Pero no…—Me dijo a los ojos tocándome la frente con una mano.
—¡Contesta!—Me exclamó y me soltó.
—No sé… que… decirte.—Le contesté mientras me empezaba a sentir mareado.

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