miamagia

Mia Magia

Corrí para alcanzarla, noté como tenía el paso acelerado y le grite:
—¿Acaso los dos papeles estaban en blanco? Se paró y me miró a los ojos mientras sentía como me desnudaba con la mirada diciendo:
—Aunque fuera así, nada sería diferente. ¿Cómo puedes tú pensar que conocerte cambiaría mi vida? Nada lo hace, ya esta lo suficientemente perdida entre los calles de la realidad e irrealidad. Sí, probablemente no me entiendes. No me importa. —Escribió en el libro que traía algo y corrió hacia la esquina más cercana completando la frase— Si este libro es tuyo, él te lo dirá.
Vi como lo abrió, se detuvo un rato mientras lo leía y dejó caer el libro al suelo. En eso, sólo la vi correr hacia el lado contrario al que yo me encontraba. Decidí dejarla ir, ya no podía hacer algo.
Me quedé firme con la esperanza en un libro poco viejo. Sabía que tendría que irme en un mes, pero me interesaba de manera muy peculiar eso que le dijo al hombre. Caminé y cuándo lo vi, no había nada en esas páginas, era un libro de poesía. Sobre esas hojas esta un poema que decía así:
Te amo tanto que no puedes ser para mí,
es así de cruel, es destino de esta piel,
porque sabes que te amo tanto,
te dedico este papel.

Te amo tanto que nunca te dejaré
que me lleves al sin fin de tu ayer,
es así mi delirio, por no ser la ancla de tu amanecer,
porque tanto me perdí al amarte.

Te amo tanto que no lo sabrás por mí,
es así de absurdo este reloj,
porque si no te amara tanto,
mío serías hasta morir.

Te amo tanto que no puedes ser para mí,
recuerdo a los criminales de mi llanto,
nunca serás de esos, porque es tanto mi amor por ti
que tengo mi piel marcado el atardecer,
aquel que no verás al amarte tanto.

Te amo tanto
que en esta despedida
nunca sabrás lo tanto
que te amé, amor.

Y se despidió el tiempo
porque tanto te amé
que no podías ser para mí
que para mí, libertad es amar.

Y cuando me olvides, seguiré amando
que tanto te amé, fue tanto
que nunca sabrás lo tanto
que te amé, amor.

Tomé el libro y no quería buscar aún lo que había escrito por temor a tener que reconocer la primera excepción a mis teorías sobre el amor. No sabía si algo significaba haber encontrado el libro abierto en esa página o ella lo había dejado así para mí.
Lo único que pude hacer es tomar el libro entre mi brazo y mi costado. Regresé al lugar en donde la había conocido. El hombre seguía ahí. Estaba sentado con las manos en la cara. Se notaba la muchacha lo había dejado pensando y quizá, algo mortificado. Aún no había gente para comenzar el tour por la ciudad. Todo esto comenzaba a verse sospechoso, la hora en la cual comenzaría el tour, ya había pasado. Por lo mismo, decidí interrumpir al hombre:
— ¿Estas aquí por el tour?
Se quedó callado unos segundos y terminó diciéndome:
— Yo soy el guía, pero al parecer nadie vino.
— Mejor la dejamos así. No te veo muy bien. Adiós. —le decía mientras me marchaba del lugar.
Me fui caminando, decidí no tomar un taxi para ver el país más de cerca. Estaba en el centro de la ciudad, un poco sucia y antigua, llena de cierta magia que las personas manifestaban caminando por el parque central “El Zócalo”.
Los niños estaban jugando alrededor de las estatuas que se adornaban con agua, ya verde por los sedimentos. Me acerqué a ellos, estaban peleando juguetonamente por unas cartas de un personaje caricaturesco.
Me preguntaba: « ¿Cómo llega a ser una cultura tan diferente, siendo la base tan igual? Los niños juegan y personas se aman. Todo eso es igual en todos los rincones, pero ciertas creencias y eventos cambian toda su perspectiva de la vida. Como esa mujer me había logrado estremecer el corazón con lo que le gritó a ese hombre. »
Y recordé que tenía su libro entre mis manos. ¿Cómo saber dónde encontrarla? Recordé la poesía, quizá eso era una pista. Me puse a hojear el libro hasta volver a encontrar el poema. Lo leí otra vez, y no encontraba nada interesante.
Lo cerré, ya harto.
Y de pronto, no se cómo, el libro se me cayó de las manos y se abrió exactamente en la misma hoja. Sentía un coraje por lo poder entender el mensaje, si acaso había alguno.
Probablemente estaba haciéndome ilusiones en vano. ¿Por qué dejaría ella algo escrito para decirme dónde encontrarla? No tenía razón. Mis ojos se sentían un poco húmedos, aún no lloraba.
¡Estoy loco! ¡Cómo si no conocerla pudiera hacerme sentir tristeza! ¡Ah! Si debe haber miles como ella.
Puedo tener a cualquier mujer, pero… Ella. ¿Por qué? ¿Por qué ella? Estaba siendo víctima con lo mismo que sabía sobre la atracción.
Deslicé mis manos sobre mi cara hasta que mis manos tocaran totalmente mi pelo. Estaba perdido por una mujer que no conocía.

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