miamagia

Mia Magia

Mujeres físicamente hermosas, alguna vez, habían sido conquistadas sin tanto furor y además, en aquellos momentos de mi vida, no me interesaba tener un lazo emocional.
Curiosamente, en una página anterior a ese poema había un dibujo hermoso:
Cayendo de una luna color azul claro, unas flores blancas, tulipanes y detrás un arenoso color crema rodeándolos. Recordé el lugar donde la vi discutiendo, había un florero lleno de tulipanes; rara probable coincidencia.
Volví a hojear el libro, y noté que las poesías narraban una historia. Parecía una historia de amor, pero estaba confundido con sus metáforas y los dibujos en las páginas nones. Pero si alcancé a notar que no tenía una editorial respaldando su libro.
El titulo del libro: “Lunazul” me hizo pensar en ella, y de pronto creí encontrar la clave.
¿Y si fuera ella, la autora del libro? No quería indagar más en el asunto, pero sentía que debía.
En eso, supuse podría ir al lugar para averiguar quién era ella. ¿Cómo lograría ella hechizar mi alma? Recordé que ella escribió algo en el libro, pero no encontraba nada escrito a mano.
La dirección de la imprenta estaba cerca, comencé a buscar el lugar y cuando llegué, vino a mí el susto.
Noté que era una casa. Probablemente, ella había hecho la impresión manualmente. Toqué la puerta y pregunté por la autora del libro y me dijeron que no sabían nada de ella. Sólo podría decirme donde estaba el guardia del estacionamiento porque ella solía platicar mucho con él.
—Este lugar es una casa—pregunté, asomándome ligeramente hacia adentro.
—No, es un local que supervisa la imprenta. La matriz de la imprenta se encuentra a la orilla de la parte norte en la ciudad de Asalto.
—Muchas gracias. ¿Es él?—dije apuntando a un área de recepción de carros y a lo lejos se veían unos carros modernos.
—Si. Ve y pregúntale.
—Gracias, adiós.— le dije al despedirme de ella y caminar hacia el guardia. Me tomó unos tres minutos encontrara a un hombre vestido de guardia. Comencé preguntándole como estaba él.
—No tan bien.— me contestó.
—¿Porqué?
—Hace poco me quitaron mi casa. Yo no sabía que había un juicio. Iba con un abogado y el me decía que no había problemas. Fue aquel señor prestamista el que me robó, por cuarenta y cinco mil pesos me quitaron mi casa. No faltaba a los pagos, le pagué cada centavo. Y yo, por…— se quedó callado, podía ver como le salían lágrimas— ¡Perdí todo lo que gané con tantos años de sacrificio! Pero “mi abogado” junto el prestamista me engañaron. Me dijeron que no tenía que recibir nada del prestamista. A mis espaldas, se desarrolló un juicio y el día dos de noviembre de este año llegaron a mi casa con policías para desalojarme. ¿Puedes imaginarte que se sintió? Fue lo peor, mis vecinos se enteraron del desalojo y vieron a los otros policías empujando a mis niños con violencia. ¡Como si yo fuera un criminal! Mi único pecado fue la ignorancia, y la pagué tan caro.
Sólo vi como le brotaban lágrimas a un hombre alto, y varonil. A pesar, me impresionaba su porte de fortaleza; quizá alguna vez fue militar.
—¿Y aún, no puede hacer nada en contra de él?
—Digáme, señor, ¿cómo? No tengo dinero para pagarles a los abogados, ni tengo conocimiento de leyes. Si apenas terminé segundo de secundaria y me tuve que salir a trabajar a la calle. Mi papá murió en un accidente en la fábrica, quedando mi mamá viuda, y obviamente, sin dinero. Este abogado era un conocido y pensé que eso me ayudaría. Pero no, era un negocio para él.
Estaba estático, no podía decir nada escuchando tales atrocidades. Cuando la escuché a ella, pensé que era algo insólito en este país, ahora voy viendo que no.
—Sabe, hoy me topé a una chica. Ella estaba diciendo cosas sobre la corrupción y me quedé impresionado como ahora me ve de lo que sucede en este país. Quise seguir hablando con ella para que me contara más sobre su caso, y de pronto soltó un poemario y salió corriendo. ¿Usted conoce a la autora de este libro?
—Sí, la conozco. Es una chica joven, bella e hiperactiva. Siempre tiene cosas que hacer, pero nunca olvida saludarme. Daría mi vida por ella, una vez, estando yo bastante deprimido, al punto de suicidarme, me dijo ciertas frases que recuerdo a la perfección:
«No pierdas la fe. Aunque te quiten todo, tendrás más que ellos. Tienes tu consciencia tranquila y la capacidad de lograr tus sueños con un esfuerzo legitimo. Y no sólo eso, tienes un corazón tan grande que puedes estar en paz lleno de ese amor que irradias. Y tú, con esa casa, lograste la satisfacción de lograr tus fantasías. Todo tiene un propósito que al final nos lleva al amor. Y si te lo propones, tendrás otra. Eso vale más que el oro, y por eso brillas más que el todos los diamante.»
—Esa es la mujer que busco. Estoy seguro.
—Claro que estas seguro. Yo también lo estaría. ¿Pero, exactamente para que la quieres encontrar? —Me preguntó.
¿Qué podría decirle para que me ayudara a encontrarla?

Pages: 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14