lanotaexaltada

La nota exaltada

Y así entregándose al pleno,
Listos en partida,
Forman la mesnada,
Ardiente del loar.
El cortinón se levantó.
Comenzó la obra.
¡Silencio coliseo!

La ciudad

Las montañas perfiladas,
en belicosas marchas
de tinte impregnado de amanecer,
la tierra en el aire,
la respiración boscosa,
el terrible criminal tenía en su piel cordero,
fue entonces cuando se levantaron los entes,
Circularon su corazón empotrado.

¡Cómo cambió el destino!
Las batallas erraban,
el circulo era inmortal
Y todo había finiquitado.
Entre cenizas y desvarío
entró el destello luminoso
hasta el fondo latiente
De una ciudad ensangrentada.

Los entes habían muerto,
pero la vida continuó
en la palpitante válvula
con su protección,
con la esperanza de existir
Como facinerosos entre momias estridentes.
¡Sí!
Seguirán esperando
Jamás se agoten sus venas calizas.
¡Ahí donde viví yo!

Su voz se levantó,
No les bastó,
Criminales corriendo por las arterias,
Y ahora, el tiempo confesando,
Tal irreverencia.

El dardo

La lámpara vestida de azul
Apuntando al sol vestido de sangre desdeñada.
Su calor invocaba a los círculos
Engendrados por el núcleo habitual.

Fue en aquella beligerancia,
Cuando su nirvana desfalleció,
En una etérea expiración.

Cayó, al fondo, al piélago fantasmal,
Donde la afonía
se convertiría
En la regeneración del ritual.

¡Oh! ¡Regresó!
La quimera cambió su vestimenta,
por aquella incitante de solaz,
Nunca fue escuchado su tétrico amanecer.

¿Falleció?, ¡Sí!
En la boca de su predecesor,
y este moribundo por el trasteo del tiempo,
terminó el desasosiego de la marcha mortal,
Y él en las garras de su última inspiración.

¡Oh! ¡No bastó!
Fallecimiento no cambió,
el destino inhumano
de su propia mezquindad,
El fallo de la corte comenzó.

Injusticia delimita

La tristeza de mi alma encriptada,
corrupción delimita el cielo trillado
Entre brillos y perfecta ironía.
El dolor no alcanza a llorar,
el fin parecía justificar el medio
y la lluvia de tormento
Aterrorizaba a los desvalidos circulantes.

Diciendo las historias,
retumbando la injusticia memorable
entre columnas blanqueadas
formando un circulo
Sin puerta, sin tamaño.

Daría al cielo mi alma,
si se derrumbaran las columnas simuladas,
la tierra temblante surgiría de la luz,
Perdiéndome entre soles y estrellas.

Fue entonces el final,
la respuesta fingida
y una franca llamada
De la muerte en mi umbral.

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